La postmodernidad

Dejemos la piedra en su sitio, dejemos el fuego a los dioses que tal vez con un poco de suerte se quemen y nos dejen vivir en paz

6/26/202410 min read

la postmodernidad
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Introducción

A finales de los anos noventa del siglo pasado discutía con mi amigo Pierre Kaziri acerca del carpe diem, de la postmodernidad según el filósofo italiano Gianni Vattimo y del fin de la historia según el norteamericano Francis Fukuyama. Entonces éramos universitarios en la eternamente bella Salamanca. Vivir y dejar vivir parecía guiar el espíritu reivindicativo de algunos compañeros universitarios. La preocupación de gran parte de la juventud era “con quién me voy de marcha o de botellón este fin de semana”. Ni siquiera se interesaban por hacer el amor. Beber toda la noche y dormir todo el día era su única aspiración. Los demás acontecimientos “se la sudaba”.

Nuestros compañeros universitarios no se identificaban con Prometeo, aquel que robó el fuego a los dioses para entregarlo a los hombres. “Qué saco yo de esta mierda” y “¿para cuándo lo mío?”, se preguntaban cuando les hacías una propuesta altruista. En los años noventa, muchos jóvenes occidentales vivían como si ya no hubiese grandes compromisos que merecieran nuestra entrega. Primero yo, después yo, y por último yo. Este individualismo radical sigue minando, hoy por hoy, incluso a los pueblos menos contaminados por la globalización del individualismo. Hablamos, pues, de la generación postmoderna.

Los diferentes estudios filosóficos llegan a la misma conclusión: el hombre postmoderno se ríe de Sísifo, aquel que fue condenado por los dioses a empujar eternamente una roca hasta lo alto de una montaña, desde donde la misma roca volvía a caer por su propio peso. Así se sentía el europeo de postguerras al reconstruir una y otra vez su casa, su vida y su patria, y llegaba el iluminado de turno y lo reducía todo a escombros. Tal vez por eso los postmodernos no juegan a la guerra porque no tienen grandes relatos que justifiquen tal entrega crística. "Que los dioses se queden con su puto fuego, y si Sísifo quiere, que cargue solo con su maldita piedra". El postmoderno quiere vivir como el bueno de Narciso que encarna la juventud, la felicidad inmediata, la vida a tope. "¿Para qué soñar con futuros vanos y asumir esfuerzos que simplemente acabarán en fracasos?" Dejemos la piedra en su sitio, dejemos el fuego a los dioses que tal vez con un poco de suerte se quemen y nos dejen vivir en paz.

Ideas principales de la postmodernidad

El drama de las sociedades occidentales es que la muerte de Dios precipitó la asfixia mortal de la Razón, desapareciendo completamente cualquier referencia fundante que fuera incuestionable y permitiera el equilibrio personal y social. Hoy por hoy vivimos en un mundo fragmentado, arrastrados por las novedades tecnológicas que nacen con fecha de caducidad. Nuestro saludo obligatorio es “¿qué hay de nuevo hoy, viejo?”. Nuestro leitmotiv es que “lo que no caduca no nos interesa”. Es la era de los Smartphone y mensajería instantánea, la era de reflexionar después de actuar. Pareciera que pensar con rigor es un trabajo aburrido propio de los cobardes. Los valientes no piensan ni actúan: sólo sienten el momento presente.

  • La posmodernidad no es una época que se halle después de la modernidad como etapa de la historia. No es un tiempo cronológico ni de la historia ni del pensamiento. Es una condición humana determinada, una filosofía de vida y de estar ante la vida. François Lyotard explica la postmodernidad como “una emancipación de la razón y de la libertad de la influencia ejercida por los grandes relatos, los cuales siendo totalitarios, resultaban nocivos para el ser humano porque buscaban una homogeneización que elimina toda diversidad y pluralidad”.

  • La postmodernidad decretó la muerte de los grandes relatos. Todo empezó con el toque romántico del mayo 68. Más tarde, distintos pensadores empezaron a teorizar sobre los cambios sociales en Occidente. Lyotard certificó la muerte de los grandes relatos en “La condición postmoderna”. Según él, todos los grandes relatos se revelaron como proyectos fallidos y perdieron su credibilidad debido a que ninguno de ellos consiguió cumplir lo que prometía. No le falta razón. Falló el relato cristiano que prometía la salvación a través de la redención divina. Falló el relato ilustrado de la emancipación a través de la luz de la razón y de la educación de las masas. Falló el relato liberal-burgués basado en el progreso indefinido de la ciencia y de la técnica. Falló el relato marxista de la abolición de la injusticia a través de la socialización de los medios de producción. Así pues, la postmodernidad no hace más que certificar el fracaso estrepitoso de la utopía de todos los grandes relatos. Adolfo Vásquez Rocca escribe que “el hombre postmoderno no cree ya los metarrelatos, el hombre postmoderno no dirige la totalidad de su vida conforme a un solo relato, porque la existencia humana se ha vuelto tan enormemente compleja que cada región existencial del ser humano tiene que ser justificada por un relato propio, por lo que los pensadores postmodernos llaman microrrelatos”.

  • La Postmodernidad es la era del neocapitalismo. El ideólogo neoliberal, Francis Fukuyama, aprovechó la muerte de los grandes relatos para decretar el fin de la historia como conflictividad, como gran relato de sucesos que enfrentan a unos hombres con otros, a unos grupos sociales con otros. Presentó el sistema de libre mercado y de la democracia liberal como únicas formas posibles de organización de la convivencia humana ante la ausencia de mejores alternativas a la vista. Pensó que sólo el capitalismo iba a ser capaz de cumplir la utopía soñada: un mundo rebosante de bienes materiales para una humanidad cada vez más numerosa y cada vez más proclive a consumir todo cuanto esté a su alcance. A pesar de la actual crisis económica, los hijos de la postmodernidad afirman orgullosamente que nunca antes el mundo había disfrutado de niveles de bienestar tan altos (aunque las desigualdades sociales nunca habían sido tan escandalosas).

  • La posmodernidad es la época de la simulación. Jean Baudrillard diferencia “simular” y “disimular”. Disimular es fingir no tener lo que se tiene. Quien disimula, intenta pasar desaparecido. Pero quien simula, aparenta ser quien no es, poseer lo que no tiene. Busca crear una imagen de algo inexistente. En este contexto de la simulación, parece lógico que desaparezcan las grandes figuras carismáticas y surjan infinidad de pequeños ídolos (los famosos) que duran hasta que surge algo más novedoso y más atractivo.

  • Adolfo Vásquez Rocca afirma que “la postmodernidad es aquel momento en que las dicotomías se difuminan y lo apócrifo se asimila con lo oficial”. El desmoronamiento de las creencias religiosas y la irrelevancia de las ideologías tradicionales en la vida de los ciudadanos occidentales han provocado la construcción de una sociedad del “así y también asá”, del “esto vale y aquello también”, del culto a las ambivalencias. Muchos asumieron que si Dios no existía todo estaba permitido, y tarde se dieron cuenta que habían perdido el norte y que no les quedaban más remedio que someterse al más fuerte que irónicamente suple la ausencia de Dios. Es lo que llamamos la fragmentación de Dios en pequeños dioses que van turnando en las plazas públicas para enseñarnos el camino y de paso, trincar lo económicamente trincable.

Conclusiones simplificadas sobre la postmodernidad

Si nuestra sociedad fuera perfecta, personalmente apreciaría el romanticismo de la corriente postmoderna. Me parecería interesante vivir al día como un gorrión, sin hipotecar mi presente y disfrutando de un “orgasmo breve pero intensamente satisfactorio”. Tal vez por eso las aspiraciones del postmoderno se reducen al “me gustaría”.

1.-El postmoderno envidia la vida del gorrión: la vida de un gorrión es la vida de un ser pegado a una rama cualquiera en una calle cualquiera y preocupado simplemente con ir tirando de las migajas de pan o la simiente que se ha caído al suelo no se sabe cómo ni cuándo. Se trata de una vida cutre pero real y concreta. El deal postmoderno se limita simplemente a llegar al orgasmo. Más allá de un orgasmo no hay más que ataduras, triquiñuelas sociales que nos condenan a la eternidad.

2.-El postmoderno quisiera ser eternamente menor de edad. Quienes se dedican a analizar nuestro comportamiento holístico coinciden en que la postmodernidad ha engendrado un mundo de sujetos anónimos, asociales, apáticos, acríticos e indiferentes que delegan sus responsabilidades sociales y políticas en los expertos (técnicos, políticos profesionales, FMI, Banco Mundial, Agencia de calificación, Diputaciones, etc.) El rasgo principal de estos sujetos es la infantilización generalizada, la eterna permanencia en la minoría de edad mental. Nacer en casa paternal, crecer en casa paternal y morir en casa paternal.

3.-El postmoderno pertenece a la “generación de depende”: como no hay matrimonios eternos, cualquier compromiso debe ser estrictamente contextual: “Yo, aquí y ahora, digo esto y me comprometo para esto”. Hay que descubrir la subjetividad como guía, la fragmentariedad como criterio, la provisionalidad como método de trabajo. Si la verdad no existe, los hechos tampoco pueden existir. Todo es verdad, todo es falso: depende del contexto. Todo lo que podemos afirmar no es más que simples interpretaciones. Todo es lingüístico. No hay criterios únicos de validez; todo depende del contexto y del momento.

4.- El postmoderno pertenece a la generación de “no me toques, no te toco, vivamos en paz”. Sueña con la coexistencia pacífica de estilos entre la oposición de la tradición y la modernidad, entre lo local y lo internacional. El posmodernismo es el relajamiento de las ideologías duras que ya no entran en nuestro día a día. “Si quieres ir a la guerra, manda a tu puta madre”, pintó alguien en un pupitre universitario durante la segunda guerra del Golfo (“el primer golfo fue el padre”, me comentó un manifestante de la “No a la guerra” en Madrid). El postmoderno es un individuo flotante y tolerante que pasa la mayor parte de su vida en la confluencia de las múltiples identidades. Si eres negro, disfruta de tu color de piel. Si eres blanco, disfruta de tu color de piel. No te avergüences ni te enorgullezcas por algo que no elegiste. Y si lo elegiste y te resulta una carga, abandónalo en la siguiente estación. Procura disfrutar de lo que ya tienes aquí y ahora.

Observaciones personales sobre la postmodernidad

De todo lo analizado sobre la postmodernidad constato que:

  • que las sociedades tradicionales descansaban sobre un centro simbólico único (Dios o las ideologías) que garantizaba su identidad y cohesión, impidiendo su desintegración;

  • que la expulsión de Dios de las plazas públicas ha provocado el desprecio hacia los grandes relatos;

  • que las esperanzas de que la razón ocupara el vacío de Dios fueron efímeras;

  • y que finalmente estamos asistiendo a la frustración de mucha gente que pensaba que la estabilidad de la economía prometía cielos nuevos y tierras nuevas.

Por tanto, está claro que si no hay ninguna referencia fundante incuestionable, si las ideologías son irrelevantes, el dinamismo de una sociedad queda en manos del primero que se acerque a las grilletas sociales para romperla en pedazos.

La filosofía postmoderna abanderada últimamente por el italiano Gianni Vattimo defiende “vivir sin justificaciones” en “la tercera ola” en la que no tenemos más que dos opciones: adaptarnos o morirnos. Los defensores de esta corriente filosófica lo llaman “pensamiento débil” y abogan por acomodarse a las circunstancias sin pretender cambiarlas. “Pensamiento débil significa que la racionalidad cede terreno y retrocede a la zona de sombra”, remarca Vattimo.

A mi modo de ver, en los últimos decenios algunos pensadores occidentales han estado flirteando con la atractiva idea de vivir y dejar vivir, el carpe diem, el pasar de todo, el sexo sin amor, el whisky sin soda, el hacer el amor y no la guerra, el rechazo de los grandes relatos, el fin de la historia, vivir en el “new age” sin ninguna referencia a realidades absolutas que sirvan de pilares angulares. Y esta propuesta, con todos mis respetos, me parece dañina para las mentes no suficientemente formadas en las trampas dialécticas.

Pretender “vivir sin justificaciones” es una trampa mortal. Pretender crear “claridades imposibles” no aporta nada a la humanidad. A mi modo de ver, la filosofía postmoderna ofrece la morfina a un acatarrado para poder amputarle las piernas. Pretende adormecer las conciencias mientras potencia la esclavitud. Algunos dicen que predicar “el pensamiento débil” es propio de los ambientes de derecha que prefieren prometer (a un explotado) cielos nuevos y tierras nuevas después de su muerte. Esto sería discutible si existieran aún los grandes ideales. Sindicato y patronal almuerzan en la misma mesa y se emborrachan en los mismos bares. No resulta fácil distinguir quién es de derecha y quién es de izquierda porque el mercado ha globalizado hasta los mismos vicios. Y si eso no fuera suficiente, llega Vattimo y sus acólitos para aconsejarnos “el pensamiento débil”, que no es más que “la debilidad del pensamiento”, o como escribió Antón Baamonde, un simple “pensamiento trágico”. Claro que es trágico vivir sin dirigirse a ninguna parte (“la filosofía no puede ni debe enseñar a dónde nos dirigimos, sino a vivir en la condición de quien no se dirige a ninguna parte”). Siempre hay un espabilado que aprovecha la confusión para enseñarnos el camino que le conviene (y de paso trincar todo lo trincable). Como decía repetidas veces Alfonso López Quintás, “si el pueblo no tiene conciencia, vamos a darle conciencia”.

Bibliografía sobre la postmodernidad

Uno de los últimos trabajos sobre la postmodernidad que me parece interesante es del profesor Adolfo Vásquez Rocca: La Postmodernidad. Nuevo régimen de verdad, violencia metafísica y fin de los metarrelatos” en Nómadas. Revista crítica de ciencias sociales y jurídicas, 29 (20011.1).

  • ANDERSON, Perry, Los orígenes de la posmodernidad. Anagrama. Madrid, 2000.

  • JAMESON, Fredric. Teoría de la posmodernidad. Madrid: Trotta, 1996.

  • JAMESON, Fredric : El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado, Paidós, 1991.

  • LIPOVETSKY, Gilles. La era del vacío. Barcelona, Anagrama: 1986.

  • LYOTARD, Jean-François., La Condition Postmoderne. Paris: Minuit, 1979

  • LYON, David (1996). Postmodernidad. Madrid: Alianza.

  • LYOTARD, Jean-François (1995). La posmodernidad (explicada a los niños) Barcelona: Gedisa.

  • VATTIMO, Gianni (1994). La sociedad transparente. Barcelona: Paidós.

  • G. VATTIMO, J. M. Mardones, I. Urdanabia... [et al.]. En torno a la posmodernidad. Anthropos. Barcelona. 1990.